Retazos de la Dolce Vita

de Alfredo Ramos

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Sábado 14 de Mayo de 2011 | Cultura Ñ | Clarín Cultural Ñ | 56

En escena

El erotismo de la muerte

La nueva pieza del dramaturgo Alfredo Ramos evoca, en el seno de una familia estallada, el universo de Federico Fellini.

LUCIA TURCO

E n Retazos de la dolce vita, la nueva obra del dramaturgo y director Alfredo Ramos (Un amor en Chajarí, Los desórdenes de la carne, entre otras), el regreso de una madre deja al descubierto lo más oscuro de las relaciones al calor de una casa y un taller familiar. Lo que parece un juego va tomando un sabor agrio a medida que brota la angustia contenida de cada personaje y, como sucede cuando algo estalla, el mapa familiar se rearma o se destruye. Para eso, deberán suceder muchas cosas desgraciadas a partir de que Marcello ­inmigrante italiano en 1960­ retoma la relación con Sylvia, su amante veinte años atrás. Ella regresa en busca del hijo que tuvieron juntos y que abandonó al nacer. La esposa de Marcello lo obligó a criarlo como hijo propio, junto a sus hermanos: Dino, nacido con diferencia de pocos días, Giulia dos años mayor que los "mellizos", y Bruno de 8 años. Ahora, Sylvia quiere saber cuál es el suyo, pero no será fácil descubrirlo.

En el lapso en que transcurre la búsqueda, Sylvia y Marcello viven nuevamente un romance y las necesidades insatisfechas de cada miembro de la familia son las que hacen avanzar la historia. Saciarlas implica transitar lo dulce y lo siniestro, hacerse cargo de lo dañino que en la familia muchas veces aparece disfrazado de afecto, de amor. La sexualidad reprimida, el incesto, la mentira sobre el origen, la identidad, la locura, el sueño de una vida que no fue, construyen el relato en clave grotesca.

Bruno sufre por el rechazo sexual de su novia, que apenas accede a mostrarse ante él; su hermana intenta convencerlo de que debe "desagotarse" con ella, así "las cosas quedan en familia"; Dino aspira a ser un ciclista profesional entrenándose en el taller con una bicicleta fija; el hijo de Sylvia está obsesionado con las palomas que oye fornicar en el tinglado.

En medio de todo esto, aparece el recuerdo de la madre muerta: la idea de que la falta de leche materna ­con la sospecha de que también su esposo la sorbía­ o haber tomado leche de la madre muerta influyó en la desgracia de los hermanos. "Están encarnizadas en los personajes jóvenes las huellas profundas que deja la familia. La paternidad, los hombres como portadores de una verdad que huele a podrido. Aquí no hay madre, pero hay un recuerdo falso, o al menos poco comprobable sobre su presencia en el pasado, y que todavía en el presente familiar sigue siendo un faro. El erotismo de la muerte y su utilización posterior", reflexiona Ramos.

En esta nueva etapa de su romance, Sylvia y Marcello viven sus penas con la carga dramática de los personajes de La dolce vita (1960) de Federico Fellini, que van a ver por segunda vez. Al volver del cine, Marcello invita a Sylvia a entrar a la fontana que construyó en el taller de su casa, para decirle las mismas palabras que Marcello Mastroiani a Anita Ekberg: "¿Sylvia, ma chi sei tu, una dea, la mamma, la terra?".

"La escena de la Fontana di Trevi me movilizó desde siempre.

La reproduje con la vulgaridad berreta que este Marcello puede armar en el galpón. Entre La dolcevita yRetazos de la dolce vita hay un abismo inconmensurable y eso me gusta", dice Ramos y confiesa que Fellini está presente siempre en él, en especial algunas imágenes, así como también mucho del cine de autor de los 60 y 70 y del cine argentino de antaño; influencias que se hacen visibles en el modo de construir cada uno de los personajes de la obra.

El humor funciona como una trampa que arrastra al espectador hacia la tragedia familiar. Las actuaciones de Pablo De Nito, Flor Diszel, Leonel Elizondo, Carolina Ferrer, Leonardo Martínez, Gaby Moyano y Andrés Raiano son admirables en ese sentido, no se guardan ningún recurso a la hora del llanto ni de la risa.

En Retazos..., la música de Nino Rota, ayuda a crear la atmósfera que prepara al espectador para los gestos más hondos de la desdicha familiar, hasta llegar a la escena de la fontana inventada por Marcello.

Será allí donde una confesión tendrá consecuencias irreparables.

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